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5 cosas que preferiríamos hacer en vez de gastar nuestros «ajolopesos»

Ya va a empezar el especial de «El Chavo del 8 en Acapulco», y decidimos que una botana es necesaria para disfrutar plenamente de un espectáculo audiovisual tan importante. Tomamos algo de dinero y salimos a la tiendita de la esquina por unas Chips de jalapeño o las nuevas Sabritas que son igualitas pero se llaman diferente. Algo más; un juguito tal vez.

Oímos «Son 40 pesos, joven» (o algo así, porque ya todo está bien caro), y tomamos el divino billete del ajolote en nuestras manos. Nos damos cuenta. No traemos otra denominación.

«¿Sabe qué? Ahorita regreso».

Prioridades.

Y es que los «ajolopesos» se han vuelto el billete favorito del pueblo mexicano. La carita del anfibio nos dice «¿apoco me vas a gastar?» cada que la vemos, y noticias alarmistas como «Banco de México imprimirá más ‘ajolopesos’ porque nadie los quiere usar» nos indican que no estamos solos.

En esta ocasión veremos cinco cosas que todos preferiríamos hacer, antes que gastar a nuestros ajolotes.

1: Regresar a casa por otros billetes o monedas.

Ya retratamos esta situación. ¡Qué terrible estar a punto de gastarte un «ajolopeso» y darte cuenta que bien podrías volver a casa por más dinero! Igual solo hay que tomar dos camiones y hacer transborde en el metro tres veces.

Unos minutos de caminata no son nada, si podemos quedarnos con nuestro amiguito.

2: No entrar al baño por un rato más.

«Ya me aguanté de metro Cuatro Caminos a Taxqueña… todavía puedo soportar un pecero a casa, en lugar de pagarle a los rateros de los baños públicos».

Pocas serán las ocasiones en las que nos quieran cobrar más de diez pesos por entrar a hacer nuestras necesidades, y menos aún los momentos donde no traigamos nada de cambio si estamos en la calle. Pero quizá vale la pena poner a trabajar a la vejiga otro rato por ese artículo de colección.

3: Intentar saltarnos la pluma del estacionamiento.

  • «¡Casi treinta pesos por veinte minutos que me tardé en la plaza! … Bueno, ya, lo pago».
  • «¡No traigo más que al ajolote! … Me brinco».

Poner en peligro nuestro vehículo, a otros conductores, y arriesgarnos al ridículo de quedarnos a medias y que todos vean que aparte de miserables somos estúpidos, eso no es nada, si podemos ver la cara de «Ajo» una vez más.

Este post no intenta alentar a nadie a hacerlo. Es bromi.

4: Comprar un Andatti, en lugar de «otros» cafés.

Para algunos, tomar café es un imperativo en la vida adulta. Otros preferimos el chocolate, aunque cada vez nos veamos más ridículos. Pero hasta los que renegamos sabemos que nada se compara con el sobre-precio de un café sin cuerpo, con leche rebajada y tu nombre mal escrito: Starbucks es uno de esos placeres citadinos que se hicieron populares en Instagram, y si bien no es la mejor opción, está muy lejos del agua oscura que sirven en el Oxxo.

Hoy por hoy, un cafe de Starbucks sale en una fortuna, pero si optas por un «latte alto» que te dura dos sorbos, lo vas a poder pagar con uno de nuestros amiguitos ajolotes, mientras su contraparte del Oxxo se adquiere con un poco de morralla (cambio).

Quizá el Andatti se siente, sabe y parece pura agua. Quizá destruye la pared intestinal y te pone amarillo, pero esos problemas son fugaces. Con el «ajolopeso» me quedo hasta el fin.

5: Rechazar la pomada que cura todos los males, en el metro.

¡Qué bien me caería aliviar mis dolencias de espalda, pies, túnel carpiano, diabetes, aneurisma, psoriagrís y condepatulitis! Llevo años buscando un remedio. Los médicos no saben que hacer, los tratamientos alternativos me están vaciando los bolsillos…

La pomada de aguacate, hierbas estigmatizadas, aceite de pejelagarto y ralladura de braquiosaurio es capaz de eliminar todo tipo de enfermedades y problemas psicológicos por el módico precio de treinta pesos ¡Y en el metro de la CDMX, nada menos!

«Bueno, pero igual y la siguiente semana que vuelva a pasar por aquí. Ahorita no traigo cambio y no voy a deshacerme de mi ‘ajolopeso’ solo por un producto de élite».

Es difícil soportar la tentación de comprar selfie-sticks, estampitas, adaptadores, USB’s, mangas para el sol y otros artilugios que ofrece el transporte público, pero seguro que al tercer uso se descomponen.

El «ajolopeso» llegó para quedarse, y a menos que ocurra algo extraordinario, sus millones de cromos recorrerán el país hasta que los presidentes comiencen a poner su cara en los billetes.

El Banco de México nos insta a usarlos, no quiere que acaparemos al ajolote como un perro celando a sus crías, pero no tienen sensibilidad.

Para ellos es un simple papel, para algunos, un estilo de vida.

5 cosas que preferiríamos hacer antes que gastar nuestros «ajolopesos»

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