El Funko Pop como epítome del consumismo frenético

Discutimos sobre el papel de los Funkos en nuestra sociedad, sus aplicaciones, paralelismos y futuro próximo.

«Todos son fanáticos de algo» es el eslogan de la marca, pero también cabría señalarlo como punto de inflexión en la competencia por consumismo sin-razón que vivimos actualmente.

El Funko Pop hace honor a su mantra. Hoy mismo, la compañía responsable de esos muñequitos cabezones de vinilo que vemos en cada esquina, ha firmado convenios con una infinidad de empresas y franquicias con el fin de meterse en el cerebro de hasta el último ser pensante sobre nuestro planeta, y exprimir cada centavo que la nostalgia o enajenación pueda brindar.

Según Wikipedia, los más grandes exponentes que le han dado el brazo a torcer son:

«Marvel, DC Cómics, WWE, Lucasfilm, Sony Pictures, Paramount, Nickelodeon, DreamWorks, Hasbro, CBS, Fox, Warner Bros, Disney, HBO, BBC, NFL, Ubisoft, NBCUniversal, Cartoon Network, 2K Games, Bethesda Games, NBA, y Kiss, entre otros.»

Básicamente cualquier propiedad intelectual (menos las de Nintendo, que no regalan rebanada del pastel) ha pasado al menos una vez por el Funkopopizador, regalándonos versiones cotorras de los personajes que tanto nos gustan.

Pero ¿Y qué tiene? Vas a decir. Y yo te respondo:

Alentando acumulación y despilfarre

Que cada quién haga lo que quiera ¿verdad? Si te gustan los Funkos no hace falta que saques humo por las orejas por un tipo despotricando al respecto. El «coleccionismo» es tan natural para nosotros como respirar, pero este concepto se ha llevado más allá de la sanidad.

Funko aprovecha la mentalidad obtusa de todo aquel que jamás se cuestiona el trasfondo de sus acciones. Su sólida base de consumidores está formada por miles de individuos que comprarán lo que sea con tal de desarrollar un peldaño más ese sentido de pertenencia que ser admirador de «algo» o «alguien» les dará, ilusoriamente.

  • ¿Realmente quiero esto, o un hombre de traje me hizo creer que era así?
  • ¿Deseo gastar todo este dinero en un montón de muñequitos que no utilizaré nunca para su función primigenia y única (como juguete)?
  • ¿Es que no me puede gustar algo sin tener que gritarlo a los cuatro vientos a través de mi indumentaria, o recordármelo periódicamente cada que mire las paredes de mi abarrotada vivienda?

Si algo ha salido mal en la sociedad contemporánea esto es retratado a la perfección por los Funkos. Hoy, una camisa blanca de la marca Kanye West puede costar cientos de dólares, mientras un kilo de arroz cuesta solo uno. El mundo está patas arriba.

Si Don Draper y compañía inventaron el consumismo, si tirar el dinero a la basura mientras otros mueren de hambre, o incluso afectar directamente nuestra economía comprando objetos sin utilidad práctica… si todo esto puede revertirse, muy seguramente no lo hará dejando de comprar Funkos, pero esa no es la cuestión.

Sin chiste, imaginación o propuesta

Con que a esto llegamos ¿Hmm?

Tampoco pasa nada por comprar tus cuatro Beatles por separado ¿no? Si eres fanático empedernido no podrás pasar por alto una de las mini-colecciones más famosas que se pasó por tu franquicia preferida, el problema es que estos cabezones comienzan a generar adicción, y harán lo posible por acelerar el proceso.

«Bueno, ya tengo los de The Beatles, pero también me gusta The Doors. Solo una colección más».

«Ya tengo mis dos bandas favoritas pero… también soy fan de Star Wars, y digo, si ya compré unos cuantos… técnicamente ya tengo una colección».

(Suponiendo que alguna vez termines de reunir los de Star Wars). «Ahora tengo que juntar los de Marvel, DC, y Harry Potter, solo esos y ya… mi colección estará completa.

Los Funkos son el concepto más simple y burdo que podemos ver hoy en día, y nos retratan el ansia por consumo desorientado de todos nosotros. No tienen ninguna propuesta diferenciadora, no son originales, simplemente se trata de una versión «diferente» de todo lo que te interesa. Son tan sosos que hierve la sangre, y nos provoca dar un par de bofetadas a sus adeptos y preguntar «¿Qué pasa?».

¿Recuerdan cuando todos querían hacer su Mii en el Wii? ¿O cuando se puso de moda tener un avatar de South Park como foto de perfil? Ahora imaginen que por cada uno te cobraran 450 pesos.

Como intento por imitar el estilo estadounidense

¿Nos gusta, o solo creemos que nos gusta?

Esa es la última pregunta.
¿Cómo saber si nuestros deseos son realmente propios o el resultado de una vida de bombarde0 consciente y subconsciente que nos adoctrinó para vivir de cierta manera?

Un principio de la hermenéutica nos dice que nuestra cognición es la sumatoria de todas nuestras experiencias en un conjunto que asigna menor o mayor influencia a cada una. Esto significa que TODO lo que alguna vez hemos visto o escuchado nos lleva por un camino, y dado que ello está focalizado y delimitado por factores externos (puntualmente las grandes empresas), el libre albedrío no es más que una ilusión.

Los Funkos son caros, no solo para su verdadera función, sino incluso como ente coleccionable. El hecho de que estemos tan desesperados por ellos es meramente un reflejo de nuestra inclinación por mimetizarnos con nuestras «figuras influyentes» y todo lo que idealizamos irremediablemente.
A saber: «Si tal los colecciona, yo los quiero». «Si tal dice que ahora debo comprar zapatos de 500 dólares, lo hago». «Si tal usa este perfume o indumentaria, yo también.

Una colección sin fin

Y por si fuera poco, los Funkos son infinitos. Desde las series más lógicas como artistas o sagas de películas milenarias, hasta cualquier nimiedad del imaginario colectivo. Si crees que por tener a los seis protagonistas de Friends completaste tu colección ¿Qué tal si lanzamos a Gunther, Janice, y las versiones ochenteras de todos?

Con más de 8 mil modelos diferentes, Funko se ha convertido en una mina interminable. No importa qué tan disciplinado seas, jamás vas a terminar de juntarlos todos; cada que veas un stand suyo habrá nuevos, cada que busques en Internet verás otros cien que te «cautivarán». Incluso si llegara a ser posible comprar todos en el mismo lugar, tendrías que tener una solvencia económica envidiable.

La propuesta de esta empresa es diabólicamente brillante. La respuesta estulta del público objetivo es preocupante, y se basa en sesgos cognitivos primarios, así como el hecho de que su necesidad por consumo es mayor que su asertividad.

«Si no tengo algo tangible a la brevedad ¿Para qué trabajo tanto?»

«Si no les hago ver a todos que me gusta esto ¿Realmente me gusta lo suficiente?»

Esta diatriba hacia los Funkos no pretende nada más que dejar constancia sobre una percepción particular sobre ellos. Igual y en unos años subo a Youtube «Mi colección de 500 Funkos» ¿Quién sabe?

El que estos muñequitos sean la personificación de todo lo malo en nuestro contexto social no significa que tengan la culpa directamente. Alguna vez estuve tentado a llevarme un Ed Sheeran solo porque me pareció «cotorro», y no por ello estaría asfixiando tortugas marinas. No he comprado ninguno, pero hacerlo ¿sería tan malo?

J.R.R. Tolkien en El Hobbit:

«Los Mathoms son todos aquellos objetos que no tienen una utilidad inmediata, pero de los que su dueño tampoco quiere desprenderse sin más».

El Funko Pop como epítome del consumismo frenético

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