¿Fue Clone Wars de 2003 la mejor serie de Star Wars? ¿Por qué lo parece?
Re-visitamos Clone Wars, la serie animada de 2003 que lo cambió todo, y actuó como puente entre los Episodios II y III.
La actual proliferación de historias del universo Star Wars ha cambiado el panorama de la franquicia para siempre. Hoy, con series como Obi-Wan, Andor, The Mandalorian o The Book of Bobba Fett, nos es muy fácil dar por sentada la permanencia de la saga que tanto nos cautivó en el imaginario colectivo y la constante construcción sobre la marcha de un «nuevo» universo expandido, pero todo era muy distinto hace casi dos décadas.
Los jóvenes de hoy en día podrán asistir a las salas de cine cada año por su acostumbrada probadita de Star Wars, así como tendrán una serie televisiva cada mes y estarán al pendiente de los libros y cómics del canon contemporáneo, pero en aquel ya lejano 2003, deseáramos cuanto deseáramos una rebanada de pastel, todo era silencio.
Lo único que teníamos entre películas eran poco más que rumores. Había cómics, pero ni salían de Estados Unidos ni le importaban a nadie, había videojuegos pero sus «tramas» ni siquiera rozaban la historia principal para no meterse en líos, y claro, existía material como las películas de los Ewok o la serie de R2-D2 y C3PO pero no tenían casi nada que ver con la saga que tanto queríamos.
Con este escenario irrumpió Clone Wars, la primera serie de televisión de SW que realmente reunió a nuestros personajes favoritos y prometió tener relevancia dentro del argumento principal.
Ya imaginarán el pandemonio.
Tiempos de sequía
Si bien la calidad de la serie y otros aspectos son dignos de destacar (y así lo haremos en breves), la principal razón por la que la serie animada dejó una profunda huella en el corazón de todos los fanáticos es así de simple: Antes no había nada más.
El simple hecho de tener material nuevo, aún si duraba diez minutos por capítulo, era un sueño hecho realidad. No habría que esperar dos años para el estreno de la última película con poco más que especulaciones infundadas (recordemos lo primitivo que era el Internet para entonces). Así mismo, nuevos personajes y locaciones aumentaban un ápice nuestro lore y nos permitirían saber ese «algo» que el resto de espectadores desconocerían al momento del estreno.
Quizá careciera de sentido, pero casi como un saludo secreto, escuchar la tos de Grievous y saber que Windu se la había provocado mediante heridas de combate, valió toda la pena del mundo.
No había nada, y de repente, hubo.
Alineación y balanceo
Para nadie es secreto que el alma de Star Wars es la banda sonora, y la serie lo aprovechó totalmente. Las escenas están acompañadas de canciones clásicas y, por si fuera poco, el doblaje es el mismo que en las películas (al menos, claro, en la versión latinoamericana).
Todo esto nos daba una sensación de familiaridad; nos mostraba que esta nueva obra era parte del universo que tanto amábamos y no se trataba de un fanfic mediano. Quizá los rostros no estaban tan fielmente adaptados, o quizá la narrativa, ritmo y perspectiva de la historia se asemejaba más a un anime, pero el corazón, la esencia de SW permanecía y nos ponía los pelos de punta.
Es extraño el estilo que eligieron para esta serie. Una adaptación 100% occidental que parecía Samurai Jack (por obvias razones) no es precisamente lo que hubiéramos esperado, pero en un momento en el que la tridimensionalidad y elegancia de la serie animada de Dave Filoni (2008) estaba fuera de alcance y presupuesto, parece dar un balance justo entre veracidad e imaginación.
Duración, relevancia y ambición
Cualquiera de los tres aspectos en este subtítulo podrían calificarse con un nivel «bajo«.
No tenían la extensión de una serie convencional. Se sentían más como comerciales largos que como episodios, y ciertamente su influencia en el argumento general era casi despreciable. Pero tampoco pretendían tanto, y esa era la magia.
Buscando una nueva perspectiva, los creativos decidieron que el programa fuera un anime a rajatabla. Mientras en una película veíamos a un droide de batalla sometiendo a cualquier jedi, en la serie este mismo podía destazar veinte de ellos con la fuerza, sin ningún problema. Los personajes estaban a un paso de volar, las batallas eran épicas comparables con la Ilíada, y en general se permitieron llevar las cosas mucho más lejos de lo que habíamos experimentado o pudiéramos, dadas las limitaciones de la época.
Las historias aquí contadas no son «la gran cosa», pero en el contexto que se gestó la serie le fue muy fácil conquistarnos a todos.
¿Todo lo viejo fue mejor?
Sería inocente de nuestra parte afirmar sin más que 25 episodios de 10 minutos y realizados con un presupuesto reducido son rotundamente mejores que los 133 de Clone Wars 2008. Ni producción, narrativa o animación sacan ventaja objetivamente, pero tampoco tiene nada de malo que digamos «Oye, pues me gustó más y ya», simplemente por el contexto en el que llegó.
The Mandalorian, por ejemplo, es indiscutiblemente superior en cualquier aspecto, pero nació con un estándar mucho más alto y con NUEVE amigos bajo el brazo, así que su relevancia será cuestionable en años próximos.
¿Recuerdan que videos como «La caída de Edgar» o «El dios Eolo» se veían un millón de veces? ¿O cómo duraron en boca de todos por años? ¿Han notado que los videos de este tipo, hoy mismo, son tan efímeros como un par de días?
Es sencillo: hoy hay mucho más que antes, y tenemos menos tiempo para asimilarlo.
¿Es del todo malo? No lo sabremos pronto. La sobre-exposición des-sensibiliza, pero también nos da las herramientas para construir un criterio más minucioso y completo.
Tal vez una serie de 2003 sin ambiciones fue lo mejor para el momento, pero hay que seguir adelante para no terminar siendo dogmáticos.
¿Fue Clone Wars de 2003 la mejor serie de Star Wars? ¿Por qué lo parece?
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